
Nadie nos dijo cuando nos convertimos en madres y padres que este trabajo iba a ser fácil. Nadie tiene un manual sobre cómo es mejor educar, es más, hay ocasiones que resulta bastante complicado. Sobre todo, cuando hay más hijos de las misma edad, de edades cercanas, cuando llega un nuevo bebe, etc.
Pero… ¿Queremos a los hijos e hijas por igual? ¿Les tratamos o educamos de la misma manera? ¿Se tiene un hijo o hija preferida?
Una cosa está clara, a los hijos se les quiere muchísimo. El amor que se siente por cada uno de nuestros hijos e hijas es indiscutible, y está claro que es lo mejor que nos ha pasado en la vida.
Pero es cierto, que en muchas ocasiones, sin darnos cuenta o sin ninguna mala intención y porque creemos que estamos haciendo lo mejor, estamos dando un trato diferente a nuestros hijos. Porque es el hijo mayor, porque no tenga celos, porque es el pequeño, porque es la más graciosa, porque es niño, porque es niña… Hay tantos porqués.
Una cosa tenemos que tener presente, cada hijo o hija son diferentes, es más, podemos llegar a ver en algunas familias como son extremadamente diferentes: en carácter, en habilidades, en resolución de problemas, etc.
Pero, aun siendo tan diferentes y con distintas necesidades, no quiere decir que no se puedan aportar los mismos valores y trasmitirle el mismo amor a cada uno de ellos. Tenemos que tener claro qué es lo que les queremos trasmitir y en función de ello, adaptarnos a nuestros hijos e hijas. Tenemos que tener muy en cuenta, que cada uno de nuestros hijos e hijas es ÚNICO, que cada persona es diferente. Que necesitarán de nosotros de diferentes maneras, pero nos necesitarán. Por ejemplo, un hijo puede necesitar más comunicación y el otro un poco de tiempo jugando contigo. Uno necesita un abrazo y el otro contarte lo que le preocupa. No todos los hijos necesitan lo mismo. Pero nos necesitan.
Lo que si necesitan todos por igual, es sentirse importantes, valorados, que pertenecen.
Si somos una familia en donde comparamos, donde se valora y alienta al que consideramos que lo necesita más, al que para nosotros necesita más de nuestro apoyo; la competencia y las diferencias se incrementarán. Al final acabamos dando a unos de nuestros hijos sobreprotección, más atención, y al otro, al que nos parece más resolutivo, le dejamos de aportar otras tantas necesidades que cubrir.
Tenemos que aceptar que son diferentes, con gustos diferentes, con cualidades diferentes… pero que todos necesitan de nuestra escucha, de sentirse que pertenecen, de crear la conexión.
En cambio, si somos una familia donde cooperamos todos juntos, donde trasmitimos los mismos valores, responsabilidades, las diferencias entre ellos disminuirán.
Para un niño o niña es muy triste sentirse menos querido o menos valorado, sentir que se le trata diferente que su hermano o hermana, todo esto, a la larga, puede traer consecuencias en la vida adulta.
¿Cómo podemos trasmitir los mismos valores y que se sientan igual de queridos?
- Cubre las necesidades de cada uno de tus hijos. Es decir, no tienen por qué tener los mismos gustos, ni las mismas necesidades, ni necesitar lo mismo de vosotros y vosotras.
- Muy importante evitar las comparaciones. Debemos aceptar que son diferentes, con caracteres diferentes, cualidades y habilidades diferentes, etc. Que gran error: ¡Mira, tu hermana recoge los juguetes de maravilla! o ¡te has fijado que notazas ha sacado tu hermano!, entre otras muchas cosas que se dicen sin ninguna mala intención pero que en el fondo hacen daño.
- Establecer normas, límites y responsabilidades para todos por igual.
- Siempre que puedas, evita meterte en los conflictos. Enséñales a que se comuniquen sus diferencias y NO ejerzas de juez. Cuando tomamos partido hacia uno de los hijos, siempre a uno de ellos acabamos poniéndolo de “víctima” y le estamos entrenando para que se mentalice que de una manera u otra siempre estamos de su lado. Tenemos que tener presente de que no es quién tiene la culpa si no que les debemos tratar ante el conflicto de la misma manera, seguramente así se reducirán las peleas.
- No sobreproteger a uno de los hijos porque nos parezca que es más indefenso, o que necesita más de nosotros. Al final, a la larga no obtendrá ningún beneficio.
- Muestra empatía por tus hijos e hijas. Escúchalos, no tienes por qué estar de acuerdo; pero déjales que se desahoguen y saquen sus sentimientos. Sería muy recomendable entablar reuniones familiares para que puedan expresar sus sentimientos y resolver los conflictos entre todos.
- Dedícales tiempo a cada uno de ellos.
Recuerda vuestros hijos e hijas solo quieren sentirse importantes, sentirse amados y pertenecer.
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